Ese hombre derrotado por el exceso descarado y melancólico, pero que llevaba sombrero y saco de terciopelo, que dijo que la equivocación es la dignidad de la certeza, escribió lo siguiente sobre beber y llover, algo así como amar y querer de José José.
Ciudad de México, 7 de febrero (MaremotoM).- No es de Dios que lo despierten a uno de madrugada y San Lunes —menos en casa ajena—, para que te cuenten de la dolorosa partida de Carlos Martínez Rentería, escritor y borracho de la vida nocturna de la Ciudad de México —”¡Carlitrooos!”—, le decíamos al saludarlo en la Pulquería Insurgentes.
En realidad no es que hayamos sido los grandes amigos, tal vez por eso nunca me aceptó en Facebook, pero nos ubicábamos muy bien, sobre todo si alguna mujer estaba a mi lado, jajaja, así fue la última vez que nos vimos con Georgina Hidalgo y Brenda Ríos en la presentación del libro No te dejaremos ir, donde ellas narran el centro histórico de la ciudad de México. Se acercó a saludarme porque estaba en una mesa rodeado por puras mujeres que reían y él en una rodeado de puros hombres serios.
Lo entrevisté un día que fue su cumpleaños, brindamos un par de veces en alguna cantina, lo encontré en la FIL Guadalajara con su maleta al lado y conozco a su hijo Emiliano, a quien admiro por lo que ha logrado siendo tan joven en el curvilíneo mundo de la cultura.
A finales del año pasado, ya sabíamos de lo complicado que lo estaba pasando Carlos, el mismo Emiliano nos lo contó en plena fiesta de cierre, el 29 de diciembre, del Festival de Cine de Barrio, donde él participa. Pensamos que Carlitros se nos iría en esos días, pero todavía aguantó un mes.
He sido un vago lector de la revista que dirigía Carlos, llamada Generación, y desde aquí le deseo un buen camino chueco al cielo, que podría ser una cantina cutre de la Ciudad de México. Dejo aquí un fragmento de su poema “El jacalito”, que leí esta mañana en una entrevista que le hicieron a Carlitros en la revista Vice y me gustó por sincero y limpio, como aquella mesa limpia bien iluminada que escribió Hemingway en un cuento.
Ese hombre derrotado por el exceso descarado y melancólico, pero que llevaba sombrero y saco de terciopelo, que dijo que la equivocación es la dignidad de la certeza, escribió lo siguiente sobre beber y llover, algo así como amar y querer de José José:
“Sigue lloviendo, y yo,
bebiendo.
La analogía es forzada.
Beber y llover no son lo mismo
pero son igual.
Bebo porque vivo,
llueve porque llueve.
Beber y llover: despilfarrada
existencia.
En las últimas madrugadas
de las cosas vivas
había un lugar
donde todo podía pasar
[…]
Unos amigos, unas cubetas, unas canciones,
unos madrazos, unas madrugadas en vómito
En ese acto de magia y vulgaridad
algunos descubrían el truco
y fueron sabios por siempre
Sola
mente
en la
madrugada”.