¿Fue libre? ¿Alguien sobrevive al complejo de Electra y sus consecuencias? Quien lea sacará sus propias conclusiones. Nahui Olin. La loca perfecta (Lumen), de Valeria Matos.
Ciudad de México, 27 de julio (MaremotoM).- ¿Otra novela sobre Nahui Olin? Está la semblanza hecha por la periodista Adriana Malvido. La investigación de Tomas Zurián. Está la novela de Sandra Fried y ahora aparece este libro llamado La loca perfecta (Lumen), donde la autora, Valeria Matos, trata de echar por tierra esas aproximaciones a la loca bella, sin incluir el contexto.
Es un libro arriesgado, donde Nahui no es vista como es vista ahora, el gran emblema del feminismo y se presenta como un personaje humano, contradictorio y complejo, lejos del mito y producto de su tiempo.
“Siempre agradezco las investigaciones anteriores, que fueron necesarias, pero este debate también es preciso”, aclara Valeria, que tiene Estudios de la Mujer por la UAM Xochimilco y es licenciada en Historia por el Instituto Cultural Helénico-UNAM.
Matos, como heredera de la insurrección femenina, reconoce que Nahui Olin no fue la única mujer en ese tiempo. No podemos considerarla mítica. “En mis páginas cuestiono que esa libertad cuánto pudo ser y cuánto no”, se pregunta.
“En un mundo patriarcal, en el que seguimos hoy, en un mundo post-revolucionario, un mundo internacional en cambio y en un México donde muchas mujeres comienzan a preguntarse cuál es su papel dentro de la sociedad”, explica.
“Ella fue producto de muchas mujeres que ya venían pugnando por cambiar, por cuestionarse, de ver qué era lo que querían hacer y ser, fue producto de su tiempo…cuando empezamos a ver este panorama empezamos a ver que estas mujeres no fueron únicas, no fueron míticas”, agrega.
“Es importante saber en qué familias crecieron” y en estas páginas se muestran el mundo de inicios del siglo pasado y ciertos protagonistas que abren las puertas a las circunstancias violentas y creativas de un México en reconstrucción, en metamorfosis, así como la misma María del Carmen Mondragón Valseca. Este libro, sobre todo, abre un espacio para que Nahui Olin vuelva a hablar por sí misma.

Fragmento de Nahui Olin. Una Loca perfecta, de Valeria Matos, con autorización de Lumen.
Una tarde en la ciudad de México, 1992
Quizá sólo Rosenda corría más rápido que yo.
No otorgo existencia al cambio, éste otorga la mía. Soy infinito, circular, a veces espiral, lineal para el humano, también con dobleces espaciales. Reconocerme sucede en la memoria. Ésta es vasta en mis dominios. Podría decir que mi fuerza nace de aquel que se sabe mortal, pero no. Ello significa que alguien tiene conciencia de mí. La fuerza propia nace del movimiento, de lo disidente.
Miro desde un rincón, luego tras su oreja, espalda con espalda, me enredo en el cabello enmarañado. Me gusta sentirla, escucharla. Es energía pura para las entrañas. “See these eyes so green, I can stare for a thousand years”, cantó él. Mr. B. Verdades: ésta.
cubo
hormigón liso blanco rojo
escolta de magueyes y judas
ventanales
vitrina susceptible para el encierro
no respiro
camino
observo
el puente se dirige hacia el cubo matriz
barandal de acero
muros
ladrillo aplanado
me construí para ser amada
quiero la libertad desde el nacimiento
las piernas me responden por vez primera en mucho tiempo
por fin caminan donde quieren
qué día es
debe de ser tarde
el sol no me besa entre el silencio de la gente
admiración irreconocible
obras mías
cuerpo mío
desnudez iluminada
nadie se escandaliza ni grita ni abandona el recinto
pero si soy yo
el terror
su deseo más bajo
soy también calipigia
me miro a través de mis creaciones
soy yo
son mías
todas las piezas del muro
soy la del látigo intelectual
pasión dolorosa
fuerza infinita
amante solar
musa de la poesía erótica
energía cósmica
yo
nahui olin
silencio
la muerte ronda
cuando muera me quiero dentro cual ofelia
mas nunca aprisionada
novia mortuoria
ataúd abierto
cuerpo a la vista del mundo cubierto con telas claras
transparentes
pliegues que emulan túnicas hechas de mármol
figura helénica
ataúd abierto
sí
viento alrededor
recipiente hecho a la medida
forrado de seda blanca
almohadón de plumas palmas
flores que me cubran entera
lagos nunca secos ya por ojos
labios concha nácar rota
rostro ajado con recuerdo de belleza
cuando muera
o es que morí ya
la legendaria
tendida
vencida por el tiempo no por la memoria
cirios alumbrando la sala de la vieja casona de tacubaya
una habitación
la de infancia
ocupada por quienes me amaron
piel fuego
mi último día sobre la tierra como sarah bernhardt en su féretro
viva todavía
jugando con la muerte
sospecho soledad
soy incomparable
no existe ruido
me provoca tinnitus
diego
dieguito
mis piezas aquí
me has alentado a pintar
te sientes enorme junto a mí
lo eres
diego mundo
quieres todavía envolverme con tu cuerpo en forma de júpiter
tus elogios a maría izquierdo eran hacia su pintura
sí
en un principio
pero bien lo dijo maría
es delito nacer con la posibilidad de parir y tener talento
le echaste abajo su proyecto para pintar un mural
hubiera sido la pintora
con a
muralista
condenado dieguito
condenado tú y siqueiros y orozco
tuvieron miedo de una gigante
yo te embelesaba
no lograste ver más lejos de mis piedras oculares
de mis nalgas dunas
no vislumbraste mi alcance
soy artista de vibraciones inmedibles
incontrolables
diego
querías abrirme las piernas
quieres abrirlas
organizaste una buena fiesta
dónde están los demás
dónde andas
no le avises a tu frida que llegué
ya sabes cómo se pone
pobrecita
ya no das de beber lo que dabas
esto no sabe ni a agua
condenado sapo
debes estar levantando otras enaguas
me hubieras hecho una exposición en un lugar donde valiera la
[pena
así ni los tobillos me tocas
no te creas
tienes pedacitos de mi corazón
gotitas de mi sol
—Así como ves a tanta gente en la famosa exposición, nadie estuvo hacia el final de su vida, ni cuando se murió. Quién iba a ir si para entonces todos los que la conocían, o desconocían, se habían muerto… “La Nahui fue olvidada cuando olvidó el mundo, cuando el mundo dejó de mirarla”, dicen dramáticamente quienes la adoran. Ni un obituario le hicieron los de cultura a la pobre. Ahora resulta que es la heroína de México. Y para acabarla de joder: el tormento este. Deberían ahorrarse las palabras de inauguración (las aborrezco).
—Me muero de calor. El Estudio Diego Rivera es reducido para tanta gente.
—Y para tanta gente que se las da de intelectual. Los perfumes me matan, me dan alergia. Sin contar los abrazos, junto con las embarradas de maquillaje; y nunca faltan las enhuipiladas; las pláticas que ensalzan la obra de la muerta; los chismes de las vacas sagradas contados por quienes trabajaron alguna vez para ellos, como si la inteligencia se contagiara por ósmosis (sí, fueron ellos en general, a menos que hablemos de Frida, María Izquierdo y dos tres más; ellas son otra cosa, usadas también para pararse el cuello al fin y al cabo —por cierto, dicen que Frida le propuso relaciones sexuales a la Tibol cuando vivió en la Casa Azul; si le gustaba Diego, que no le gustara la Tibol—). Y las vacas grandes paseándose como si fueran profetas, saludando por aquí y por allá, mirando de reojo a las amantes, a los mancebitos que quieren que les publiquen sus porquerías a cambio de las picotizas. Lo que no entiendo es por qué caigo. Siempre vengo a estas inauguraciones.
—Porque no te queda de otra, crítica de arte de la élite, de los popis del chic art. Entre narcisos te veas, chula… Les encanta hipocritear unas con otros, no te hagas. Yo vengo nomás de chismoso.
—Silencio. Nahui vuelve a estar viva después de tantos años de entierro. Musa, poetisa, pintora.
—Otro mamón. ¿Ves? Dale con lo de musa… Me choca cuando usas palabras que no existen. Hipocritear. ¿Pintora? Bastante mala. Bueno, tenía sus cosillas interesantes, pero: ay sí, naíf dizque para no encasillarse en algún estilo… Cómo no. Luego luego se nota que pintaba lo que veía con tal de treparse al carrito de lo mexicano (la plaza de toros, el mercadito de no sé dónde, su viaje en el barco con no sé quién). ¿Qué será eso de lo mexicano? Todo era yo, yo, yo, yo, yo; sin técnica, sin nada. Sus caricaturas no eran malas, tenía humor, un humor burlón y la esencia del personaje. Ésas me gustan. Los poemas, sus escritos en general también, muestras de su delirio, del pathos, aunque muchos con exageración de adjetivos. Los retratos que le tomaron eran una maravilla, eso sí.
—Pues a mí me parece que su pintura es una autobiografía, una manera de reconocerse, de replantear una forma distinta de los valores de la época. Y no lo digo yo, lo dice…
—Sí, ya sé quién lo dice.
—¡Dejen oír!
hacen bien en cuidar el silencio
caminé
camino con los ojos de mi inteligencia
con la fuerza de mi reflexión
mírenme
ciegos ataviados de sensibilidad estéril desiertos de vida
ahí está la foto tomada por weston
sus fotos siguen sin gustarme del todo
o quizá sí
cuánto ha pasado desde entonces
siento la lejanía en las venas mas no en la memoria
fue ayer
anteayer
vinieron él y tina a méxico
dúo interruptor en la fotografía decimonónica
imágenes modernas casi abstractas
fui a su estudio
me quité la ropa
falda por arriba de las rodillas
blusa de seda manga corta
evito la ropa interior
no me acuerdo si voy descalza
tal vez
como ahora
me planto frente a los dos
devórenme bajo la luz natural desde el dedo meñique del pie
[izquierdo
punto nodal del frío
…