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Messi les ganó a todos y se ganó a todos, por lo que consiguió un lugar a la diestra de Diego Maradona en el corazón de los argentinos futboleros. Con él en plenitud y contento, la selección argentina está pasando una eliminatoria tranquila, donde parece que va a clasificar sin sobresaltos al Mundial, igual que el Brasil de Tite y Neymar, que sigue puntero, con puntaje ideal.

Ciudad de México, 11 de septiembre (MaremotoM).- Después de un año y medio se jugó en Argentina un partido con público y fue en el mítico estadio Monumental de River, donde el público se reencontró con la selección Argentina, campeona de la Copa América y con su ídolo Lionel Messi. Fue una noche redonda con un triunfo claro por 3 a 0 ante Bolivia, que lo mantiene invicto en las eliminatorias al Mundial de Qatar 2022 y con tres goles de Messi, que por fin pudo ser “profeta en su tierra” y en un pueblo discutidor por excelencia, ya no hay quien lo discuta.

En una noche muy emotiva, donde había mucha más gente de lo permitido (estaba autorizado un 30 por ciento del aforo), Messi hasta lloró de alegría por el festejo de su público, algo que se le negaba y que tardó demasiado para un jugador que siempre se brindó para la selección, pero que no se le reconocía y, en cambio, opinaban que “no era el mismo del Barcelona”, que “no cantaba el himno” y que “en la selección no había ganado nada”.

Messi les ganó a todos y se ganó a todos, por lo que consiguió un lugar a la diestra de Diego Maradona en el corazón de los argentinos futboleros. Con él en plenitud y contento, la selección argentina está pasando una eliminatoria tranquila, donde parece que va a clasificar sin sobresaltos al Mundial, igual que el Brasil de Tite y Neymar, que sigue puntero, con puntaje ideal.

Por eso es una lástima que no se haya podido jugar el partido entre ambas selecciones en San Pablo, por un capricho o conveniencia política del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien temía una nueva derrota ante Argentina, que lo hiciera bajar más en las encuestas de popularidad en su país. Por eso inventaron, junto al director de Anvisa, el contralmirante Antonio Barra Torres, un negacionista de la pandemia de Covid (lo mismo que Bolsonaro), que utilizó la pandemia para tratar que no jugaran aquellos jugadores que venían de Inglaterra (Emiliano Martínez, Cristian “Cuti” Romero, Giovanni Lo Celso y Emiliano Buendía) porque los clubes ingleses le habían negado la posibilidad de jugar a los 10 brasileños que lo hacen en la Premier League. Así las cosas, pasó ese papelón con un funcionario armado interrumpiendo el partido a los 5 minutos y la “deportación” de los argentinos, que no fue tal, ya que volvieron junto al resto de sus compañeros, en el mismo avión.

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Los festejos. Foto: Cortesía

Ahora la FIFA tiene que decidir qué hacer con ese partido y se tomará su tiempo, para decidir cuando ya no importe porque las dos selecciones estarán clasificadas. La Confederación Brasileña de Fútbol quería jugar el partido, lo mismo que los jugadores. La FIFA y la Conmebol habían habilitado a los cuatro jugadores y aprobado la “burbuja sanitaria” formada por la selección Argentina, tanto que tres de los jugadores habían jugado ante Venezuela.

Bolsonaro había pedido la Copa América en medio de la segunda ola de Covid en la región y con muertos en su país que superaban los 500 mil, cuando nadie la quería. Lo hizo para tratar de subir su imagen positiva, pensando que la selección brasileña iba a ganar la Copa y él se iba a subir al éxito, pero el tiro le salió por la culata. Lo mismo le pasó esta vez, suspendió el partido por presunto miedo al contagio pero 48 horas después hizo dos marchas paralelas en Brasilia y San Pablo para despotricar contra la Corte Suprema y buscar casi un autogolpe de estado y aunque hubo mucha gente, no fue ni por asomo la cantidad esperada, por lo que 48 horas después pidió disculpas a los cortesanos, diciendo que las barbaridades que dijo, las había hecho “al calor de la multitud”. Los que dicen que la política y el fútbol no se mezclan, no saben de lo que hablan. Decía el premio Nobel de literatura, Albert Camus: “El fútbol es la excusa que tienen los pueblos, para poder odiarse, sin tener que matarse”, aunque esa regla no siempre es exacta, sino que lo digan El Salvador y Honduras que en 1969 hicieron una guerra por un partido de fútbol…

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