La solución a la devastación del planeta está en el consumidor: Juan Luis Arsuaga

“He conocido dos planetas: el de mi niñez, incluso de mis años universitarios y el de ahora”, dice con preocupación Juan Luis Arsuaga, escritor y catedrático de Paleontología de la Universidad Complutense de Madrid. Conversa con José Gordon, curador de El Aleph. Festival de Artes y Ciencia, para explicar por qué la era conocida como Antropoceno es definida, más que por la huella, por “el pisotón” del paso humano sobre la Tierra.

Ciudad de México, 25 de mayo (MaremotoM).- “Son muchos problemas que se acumulan. La paradoja, sin embrago, es que la mayoría los podría solucionar el consumidor”, advierte el autor de libros como El collar del neandertal y El reloj de Mr. Darwin.

En la charla virtual, titulada El pisotón del Antropoceno en el planeta, el científico español destacó que la destrucción del hábitat y la biodiversidad es inédita en la Tierra. Aunque anteriormente ha habido procesos de devastación y extinciones, la velocidad con que la destrucción actual ha acontecido no es un proceso a escala de siglos o milenios. Y en este caso –advierte-, el colapso será planetario.

“Lo hemos podido ver en el curso de nuestras vidas. Incluso mis hijos lo han visto”, observa el paleontólogo. “Hasta nuestra generación había un cierto equilibrio, más en unas regiones que en otras, pero de 50 años acá la destrucción es global”.

La razón es simple. Explica: la sobreexplotación de recursos naturales a la que asistimos es impulsada por la demanda energética y de alimentos de países del primer mundo. “No es local, y la destrucción se produce en los países pobres”.

El científico español destacó que la destrucción del hábitat y la biodiversidad es inédita en la Tierra. Foto: Cortesía

Los efectos de la devastación son casi indetectables en las zonas urbanas, causantes de la crisis ambiental. “En España tenemos un debate de ganadería y agricultura industrial porque, entre otras cosas, en los campos españoles ver un insecto es noticia. Nos hemos acostumbrado a ver un campo sin insectos, los pesticidas han acabado con ellos y con la cadena…Y eso ocurre cada día, cada momento”, advierte.

Como paleontólogo, Arsuaga se autodefine como un viajero del tiempo. Por ello, cuando José Gordon lo invita a un ejercicio de imaginación en el que otras acciones en el pasado pudieren cambiar el curso de la tragedia, el experto admite que no puede imaginar un devenir distinto al antropoceno y la consecuente destrucción:

“No se me ocurre ningún ejemplo qué poner… El caso es que no tenemos precedente. Los desarrollos civilizatorios han sido siempre a costa de los recursos naturales: desde Mesopotamia, la primera civilización, sobreexplotó los recursos que tenía más cerca y se fue extendiendo, y así continúa en Europa”, comenta Arsuaga.

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“Así es la historia de las civilizaciones occidentales: a costa del territorio se producen avances tecnológicos y procesos de desarrollo, hasta la revolución industrial. Pero llega un momento en el que ya no hay recursos naturales en Europa y lo que hacemos es extendernos más allá, a África y América… Y si hubiera otro planeta, haríamos lo mismo allá”.

El problema –dice- es que ya no tenemos a dónde ir

“Cuando estudiaba me decían que el océano era la despensa del futuro, que era inagotable, pero lo hemos agotado también. Se nos ha acabado el planeta”.

Y la inercia continúa. “Consumimos mucha más energía que nuestros padres y nuestros hijos lo harán también, es una escaladora insostenible”.

“El mensaje positivo es que el consumidor puede hacer mucho. Por ejemplo, usar sólo madera certificada de bosques sostenibles; tenemos que acostumbrarnos a mirar el origen de los alimentos que consumimos: la bollería industrial en España se hace con aceite de palma –que está devastando el hábitat de los orangutanes de Borneo-; basta con fijarse en la etiqueta y si lo tiene, no comprarlo y con eso estás salvando una enorme cantidad de hábitat”.

Aunque ve luz partir de las acciones individuales, el científico lanza una crítica y una advertencia ante la indolencia que prima: “Somos todos muy bien pensantes, llenos de buenas intenciones, preocupados por la Antártida, pero no hacemos nada o todo lo contrario: contribuimos a la destrucción de un litoral porque queremos una casa en la playa. Es difícil tener conciencia respecto al entorno donde están nuestros intereses”.

Una actitud que José Gordon resume en una frase del escritor Ignacio Solares: “Conozco algo peor que el odio: el amor abstracto”.

A la par del llamado a la acción individual, Arsuaga comparte tres argumentos contra la devastación: la futilidad de la acumulación de riqueza personal, la preservación de la belleza y la necesidad de revalorar el campo, donde ve el futuro de la humanidad, más que en la preservación de porciones de ecosistemas vírgenes. “En ningún país los parques nacionales llegan al 1% del territorio, son islas. Lo que hay que cuidar es el bendito campo, que es nuestra herencia”.

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