Flama es un fotógrafo de la calle y en su portafolio, en sus inicios, pensó precisamente en la calle. “La calle siempre ha sido importante para mí y por otro lado me llamó la atención la parte de la música y fotografié muchos conciertos. La calle y los conciertos son las dos especialidades que fotografío”, afirma.
Ciudad de México, 28 de diciembre (MaremotoM).- Siempre que puedo soñar lo hago con grandes libros de fotografía. Me encantaría ser esto: una editora de esos libros para las mesitas, donde uno de adentra en el universo global de un fotógrafo, que comienza así a ser los ojos de todo.
¿Qué mundo ve el fotógrafo que nosotros no vemos? ¿Hay detrás de la lente un ojo que pareciera ser el de Dios?
Arturo Lara (CDMX, 1977), más conocido como Flama, tiene unas imágenes que acompañan la mitad del tiempo que vivo en México. Hay en mi sala una india sexy haciéndose dueña de la banqueta, un crucifijo popular en medio de una bandera mexicana que ondea y ondea sin dar una respuesta y todas las veces sigo su carrera con una sorpresa de pariente: Mira, Flama, qué buen fotógrafo es.

A veces me río mucho cuando él deja caer un chiste en el Facebook: ese chico con una nueva cámara diciéndose que ya es un profesional de la imagen y otras veces sufro lo que padecemos todo: esos impostores que hacen de fotógrafos, que hacen de periodistas.
ENTREVISTA EN VIDEO A ARTURO LARA “FLAMA”
¿Cómo ha sido ser fotógrafo en México, teniendo en cuenta la epidemia?
“Ha sido un poco complicado y en mi caso más, pues en el último año de trabajo yo estaba haciendo conciertos. Era mi medio de vida, así que fue una ruptura total”, dice Flama.
Claro, hablar de la música no es sólo hablar de los músicos, sino que la industria es enorme, que “tiene una derrama económica mundial y en México tiene muchos espacios, de los cuales están cerrados ahora”, afirma.
Flama es un fotógrafo de la calle y en su portafolio, en sus inicios, pensó precisamente en la calle. “La calle siempre ha sido importante para mí y por otro lado me llamó la atención la parte de la música y fotografié muchos conciertos. La calle y los conciertos son las dos especialidades que fotografío”, afirma.
Salir a la calle o ser fotógrafo en este país tiene la característica de muchos oficios que ya estaban golpeados. “El salario parece que no lo requiriéramos. No se destina presupuesto para esta profesión y se castiga mucho”, dice Flama.

Cuando te dicen que le regales el trabajo para que vean la calidad que tienes es un poco increíble en otros oficios.
“Desde antes de la pandemia la fotografía estaba muy castigada. Si eres un fotógrafo de estudio, de alguna forma se vio menos golpeado. Yo soy fotoperiodista y había posibilidades de retratar este nuevo mundo, pero cuando trabajas en forma independiente no tienes ningún respaldo de salud ni de protección de equipo”, informa.
“Yo decidí guardarme. Además, vi la posibilidad de que el trabajo no se vendiera”, agrega.
Fuera de eso, hay muchos medios que no quieren mostrar los efectos y el trabajo en contra de los coronavirus. “Fue complicado abordar el tema, requerir el equipo necesario para meterte en un hospital y ahora esta apertura es gradual, pero vas a la calle y está toda la gente afuera, recién cubrí el Festival Corona, los 25 años de Panteón Rococó y hubo lleno total”, dice Flama.

“Poco a poco va creciendo la solidaridad entre los fotógrafos, hay buena convivencia entre los colegas y el apoyo de echarse la mano. Ha habido medios que han reducido su plantilla y hay muchos fotógrafos que se han quedado sin chamba. Todo se vuelve más peleado y esperar a que esto fluya de otra manera”, agrega.
Flama ve con buenos ojos que los celulares saquen fotografías. “Agradezco la parte digital, pues lo que dio el salto para que todos tengamos a través de nuestro celular tomar fotografías impactantes. Los primeros en sacar fotos de un episodio, es la misma gente del lugar. Esa es una posibilidad que me gusta, nos da la chance de retratar más cosas, aunque el trabajo de fotógrafo se vuelve una lucha. No se trata del equipo, sino del fotógrafo mismo”, afirma.
La permanencia voluntaria en los cines de antaño fue un detonante por el gusto en el arte de la cinematografía desde pequeño. Comunicólogo de formación, amante de la naturaleza y la riqueza cultural en el país, Arturo Lara es un fotógrafo mexicano que desde 2007 trabaja de forma independiente cubriendo eventos artísticos y culturales, realizando fotorreportajes de viaje, además de documentar distintos sucesos, protestas y conflictos sociales en México.

Un par de cursos de fotografía en blanco y negro como complemento a la licenciatura, dieron inicio al camino con la cámara fotográfica de Flama, como lo conocen entre colegas y amigos, siendo colaborador en distintas publicaciones entre ellas: Variopinto, Chilango, Switch, Calidad de Vida, Altitud (revista a bordo de aerolínea Aeromar), Mi Valedor (Proyecto social), Picnic, Open, Playboy, Mexicanísimo, México Desconocido (editor de foto y colaborador) entre otras. Participación en libros para la editorial Paralelo 21, editorial Trilce, para empresas como CEMEX e Impresiones aéreas y con otros institutos como el CIESAS y el Senado de la República.
Seleccionado para participar en la 6ª. Bienal de Fotoperiodismo en 2005 en el Centro de la Imagen, en la Expofotoperiodismo de 2009 en el Museo de la Ciudad de México y en 2012 en el Museo del Chopo. También ha sido expuesto de forma individual en la Galería José María Velasco en 2009 con “Encuentros fortuitos”, y en 2015 y 2016 con “Cuerpos Sonoros” en la Casa del Cine y en el Centro Cultural Casa Talavera en la Ciudad de México, y en Galería Café Vinyl 33 y Casa Museo Tlapalcalli en el Estado de Puebla.

Entre los reconocimientos recibidos está en 2007 el ganador de una categoría y una mención honorífica en el Concurso “Mirada Joven”, organizado por el Fondo de las Naciones Unidas en México. En 2012 fue ganador del concurso “Yo soy fotógrafo de música”, organizado por NIKON México y en 2020 fue ganador de la categoría Pueblos Indígenas y personas con discapacidad en el concurso de fotografía “Pueblos Indígenas de las Américas”, organizado por la OEA.
Hasta antes de la pandemia una de sus principales actividades era la cobertura de conciertos y festivales para la revista Marvin, en su versión impresa y digital, así como la elaboración de material fotográfico y audiovisual para la Fundación Rafael Bonilla Arte y Cultura en la sierra de Puebla.
En la calle sobreviene el arte. “Nunca me hago llamar artista, siempre digo que soy fotoperiodista, este valor extra de ponerle arte a la fotografía se lo dejo a otras personas”, expresa.