¿Cómo relatar la matanza de un pueblo?

Allende, a 60 kilómetros de la frontera de México con Estados Unidos, en el Estado de Coahuila, al menos 60 sicarios del cartel de Los Zetas derribaron con una camioneta el portón principal del rancho de “Los Garza”. Mataron a todos.

Ciudad de México, 5 de julio (MaremotoM).- ¿Cómo relatar la matanza de un pueblo cuando no se tiene ningún documento, ninguna fotografía, ningún video? Eso es Somos, la serie que en Netflix nos pone un espejo frente a nosotros mismos. Esto pasó en México.

Además del agua salada de sus mares, de las peleas falsas o no de Saúl Álvarez, de que la comida, ese tesoro humeante, ha sido nombrada Patrimonio de la Humanidad: todo lo relatado también pasó en nuestro país.

Allende, a 60 kilómetros de la frontera de México con Estados Unidos, en el Estado de Coahuila, al menos 60 sicarios del cartel de Los Zetas derribaron con una camioneta el portón principal del rancho de “Los Garza”. Mataron a todos.

Los rostros. Foto: Cortesía Netflix

Lo ocurrido en este municipio del norte de México fue motivo de una investigación liderada por el reconocido académico Sergio Aguayo y realizada tras un acuerdo con la oficina gubernamental Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV).

En estos asuntos están las cifras oficiales, que dicen que Los Zetas han matado a 42 personas y la cifra del pueblo, que habla de 300 personas desaparecidas.

En Netflix, este 30 de junio, se estrenó Somos, basada en el reportaje de la periodista estadounidense Ginger Thompson y escrito por James Schamus y Monika Revilla (con la colaboración en el guion de la escritora Fernanda Melchor).

Mercedes Hernández es Doña Chayo. Foto: Cortesía Netflix

No glorifican a los narcotraficantes, sino que narran la masacre desde las propias víctimas y nos dicen cómo eran hasta los “sicarios” contratados por Los Zetas (esclavos del sistema de terror, que cuando intentan escaparse los matan como a cualquiera).

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La ciudad de Piedras Negras, en la frontera con Texas, se había convertido en un enclave esencial para el narcotráfico y desde allí Los Zetas controlaban lo que ocurría en Allende, 60 kilómetros al sur.

Los hermanos Miguel Ángel Treviño Morales (el Z40) y Omar Treviño Morales (el Z42), exlíderes de Los Zetas ahora detenidos, pensaban que había tres traidores a su organización que estaban colaborando con las autoridades en Estados Unidos y se habían llevado hasta US$10 millones en ganancias por la venta de drogas.

El principal era Alfonso Poncho Cuéllar, quien tenía como empleados a Héctor “El Negro” Moreno y Luis “La Güiche” Garza.

Ese fin de semana de horror, la policía no hizo nada, pues estaba coludida con Los Zetas. La serie establece cierta rutina en Allende y cierta armonía en el vivir, tratando de evitar el alcohol, estableciendo nuevas amistades, una chica que juega al futbol americano en el equipo de los varones, ese marido que tengo: ¿me tendré que separar o no? Uno de los mejores actores es sin duda el que luego termina en sicario, ese hombre enamorado al que todos sobran, pero es sin duda Doña Chayo, su gran suegra la que termina mostrando un amor consistente, que de todos modos no llega a nada.

La DEA aparece con sus errores y su lenguaje absolutamente ajeno en algunas escenas, demostrando hasta qué punto las masacres son también responsabilidad de esa agencia que ha venido a librar una guerra de la que no conoce, entre otras cosas, al enemigo.

La serie es muy fuerte, pero nuestro país es demasiado fuerte. Esa muerte que llega y para la cual no hay defensa, es lo que quisieron narrar los escritores. O cerramos los ojos o los abrimos. No hay otra cosa.

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