Hilda, la alegre y salerosa redondita

No por azar, en una entrevista de 2014, a los 93, DB declaraba que su imagen preferida de Hilda era aquella donde barría el polvo debajo de la alfombra, a años luz del ángel del hogar tan idealizado después de que las mujeres del país, luego de tomarle el gusto a trabajar afuera y ganarse sus dineros durante la guerra, fueran reenviadas a sus hogares entre relucientes electrodomésticos.

Ciudad de México, 21 de mayo (MaremotoM).- A mediados de la década de los 50, cuando en la pantalla brillaban las chicas curvilíneas, sí, pero con cintura de avispa y piernas espigadas y ya pululaban en diarios y revistas las dietas para adelgazar (las mujeres), un exgranjero de Minnesota creó el personaje de la redondita Hilda para un calendario.

Sus dibujos de una muchacha con peso propio fuera de canon, casi fueron rechazados por ejecutivos de Brown & Bigelow, principal editora de almanaques de Estados Unidos desde 1925. Cabezota, Duane Bryers insistió hasta que consiguió un okey a regañadientes.

La rozagante Hilda salió a la palestra y se volvió un suceso que duró más de dos décadas y 250 acuarelas diferentes de la chica rolliza que no solo transgredía el modelo de belleza imperante en el espectáculo y la moda: ella escalaba montañas (o postes telefónicos, para salvar a un gatito), leía placenteramente libros al sol o a la sombra, intentaba tocar diversos instrumentos musicales, salía a pescar sola… Y muchas cosas más, nunca dando esa imagen de hacendosa ama de casa tan promovida en ese entonces.

Sus dibujos de una muchacha con peso propio fuera de canon, casi fueron rechazados por ejecutivos de Brown & Bigelow. Foto: Cortesía

No por azar, en una entrevista de 2014, a los 93, DB declaraba que su imagen preferida de Hilda era aquella donde barría el polvo debajo de la alfombra, a años luz del ángel del hogar tan idealizado después de que las mujeres del país, luego de tomarle el gusto a trabajar afuera y ganarse sus dineros durante la guerra, fueran reenviadas a sus hogares entre relucientes electrodomésticos.

Duane Bryers empezó a dibujar por su cuenta, espontáneamente a los 5, mirando las historietas que había en su casa. Paró unos años y a los 15 retomó con fervor, en forma autodidacta, sin que nadie lo alentara, salvo su propia pasión. Y se fue ganado la vida, con gran eclecticismo en los oficios que abordaba: carpintero, cavador de zanjas, trapecista de circo. Recién en 1936 consigue su objetivo de pintar un gran mural homenajeando la actividad minera de su terruño. Mural por el que gana un premio en efectivo y que hoy es considerado tesoro artístico del lugar. Con esa plata marcha hacia Nueva York, ciudad donde concurre a la Art Studens League, aunque siempre le gustó decir que todo lo que sabía de arte lo había aprendido visitando largas horas galerías y museos, sumergiéndose en los cuadros que le hablaban.

Ya dueño de gran destreza como dibujante y llena de ideas su cabeza, se alista en la Fuerza Aérea durante la Segunda Guerra. Es asignado a una oficina de la que se escurre y pinta chicas bonitas en los fuselajes de los aviones para darle ánimos a los soldados. En consecuencia, le permiten hacer una tira cómica para el periódico de esa fuerza: Corky, que con el tiempo resultó de alcance nacional. Pese a que un afiche antinazi de Bryers es premiado y exhibido en el MoMA, el artista no se la cree del todo y comienza a aplicar su arte a la publicidad sin que se le caiga ni un anillo.

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Hilda, esa gordita cómoda en su piel, pícara y disfrutadora, desbordante de joie de vivre. Foto: Cortesía

Fue en Nueva York donde dio a luz, por así decirlo ya que prácticamente trabajaba sin modelos, a Hilda, esa gordita cómoda en su piel, pícara y disfrutadora, desbordante de joie de vivre. Una desacomplejada de muslos gruesos y con un poco de papada que se le atreve al bikini y a otras prendas desaconsejadas para las de su talle. A través de los calendarios que le dedica año a año, DB celebra con estima y empatía a la mujer promedio, se acerca a la realidad de las “imperfectas” de talle 46 para arriba, pone de manifiesto la belleza de la vitalidad, rescata el sentido del humor frente a la adversidad. En resumen, subvierte valores establecidos en el tiempo del macartismo, el racismo explícito, las hipócritas ligas de la decencia. Y le hace frente con éxito a la cantidad de dibujantes de pin-up, en el apogeo de ese subgénero que tuvo en el peruano Alberto Vargas uno de sus máximos exponentes, con sus chicas esbeltas y convencionalmente hermosas, siempre en estudiada actitud sexy. (Acotación al margen: en el último Almodóvar, La voz humana, con la suprema Tilda Swinton, aparece reiteradamente un más que sugestivo cuadro de la prometedora star del musical y el cine mudo, Olive Thomas, un tributo hecho por Vargas en 1920, año de su prematura muerte a los 26).

Pudiendo ser una estrella solicitada en Nueva York, Duane Bryers eligió quedarse a vivir en Tucson, Arizona, donde era -sigue siendo- un personaje muy querido, se juntó regularmente con otros artistas de la zona en una suerte de club amistoso. Y a la hora de morirse, en mayor de 2012, a punto de cumplir los 101, fue llorado por todos los titulares mediáticos de ese estado.

Hilda, la alegre y salerosa redondita
Con su Hilda retozona y rubensiana, DB reconfortó, devolvió la confianza y la autoestima a muchas, muchísimas mujeres. Foto: Cortesía

Con su Hilda retozona y rubensiana, DB reconfortó, devolvió la confianza y la autoestima a muchas, muchísimas mujeres que no cumplían con el canon y que encontraron un referente adorable con el cual identificarse. Luego de transcurridas décadas de sus años triunfales, Brown y& Bigelow volvieron a poner a Hilda en el candelero, ahora con la aprobación de periodistas como Marie Southard Ospina, que anotó en Bustle, en 2015: “A pesar de los cambios recientes de paradigmas, Hilda todavía es necesaria”. Por su lado Rushati Mukherjee dejó dicho en Intersectional Feminism, en su artículo Reflexiones de una mujer gorda: “Recuerdo la primera vez que vi imágenes de Hilda, sus variados estados de ánimo. Ella nunca fue diseñada en la pose favorable, que hubiera buscado la mirada masculina voyeur. Hilda se reía, jugaba, se enojaba, participaba”.

Fuente: Damiselas en apuros / Original aquí.

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