Extraño las entradas del público en los cines. Me acuerdo que había películas de este género en las que el público hacía filas enormes para entrar e incluso rompía los cristales de las vitrinas de los cines para llevarse los afiches (fotogramas), pues querían tenerte como recuerdo. Era otro país.
Ciudad de México, 12 de mayo (MaremotoM).-Perteneciente a una familia de actores y artistas, Rafael Inclán inició su carrera artística desde muy joven, en plena década del sesenta, teniendo al teatro y la carpa como ventanas de proyección, medios en los que asegura haberse sentido “más protegido” debido a su timidez. Por esta razón y en primera instancia no recurrió a la gran pantalla para darse a conocer.
No obstante, el actor originario de Mérida, Yucatán, hizo su debut en 1969 en la cinta Las golfas (México; Fernando Cortés), con una pequeña participación, iniciando así lo que sería una amplia carrera en el celuloide, pero dentro de un nuevo género, en ese entonces, satanizado por muchos y el culpable del “hundimiento” del cine mexicano: el “cine de ficheras”.
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Pertenezco a una familia de actores y artistas. Empecé en el teatro desde muchacho, en el sesenta y tantos, pero nunca me paré en el cine. No creía que yo funcionara para estar en él, pues soy gente de teatro, soy muy inseguro; en el teatro tú estás más protegido porque no te ves a ti mismo, sino a la gente, y el cine ya es otra cuestión”, dice.
“A mí nunca me gustó ir al cine, pero en 1968 participé en una película que se llamó Las golfas, un éxito total, impresionante. Hice un papelito que me dieron porque todavía no me conocía nadie. Después hice Los juniors (México, 1970; Fernando Cortés) y otros títulos como El caballo torero (México, 1973; Alfredo Zacarías) y Lágrimas de mi barrio (México, 1973; Rubén Galindo). En el cine empecé a trabajar de manera formal, con Guillermo Calderón como productor de dos cintas, tan satanizadas que les llaman de ‘ficheras’. Eran lo mismo que en las películas de rumberas, en las que todas convivían en los cabarets”, agrega.
El objetivo de estas películas era divertir a la gente
La primera película con esa temática en la que participó Rafael Inclán fue Bellas de noche (1975, México; Miguel M. Delgado), también primera en su estilo, la cual contó con la participación de Carmen Salinas, Eduardo de la Peña, Víctor Manuel Castro, Pancho Córdova y Raúl Chato Padilla, todos ellos actores de teatro de revista y carpas a los que se sumaron nombres de galanes y mujeres sensuales como Sasha Montenegro y Jorge Rivero, entre otros.
En la cinta Inclán tuvo un personaje pequeño, reconociendo que el aumento de apariciones en cintas posteriores “me las fui ganando” por su talento y deseos de hacer una carrera en el cine mexicano.
“Los llamados eran como siempre, a las siete u ocho de la mañana. Pero como nosotros trabajábamos en teatro teníamos cierta concepción de llegar a las diez de la mañana y luego salir en las noches para irnos a trabajar porque teníamos temporadas. En esa época Alfonso Zayas fue el ‘taquillómetro’ de oro por muchos años, el que más vendía. Yo iba en segundo lugar, luego Lalo El Mimo”, afirma.
–¿Cuál era el objetivo de estas películas?
–Divertir a la gente, nada más. Todos los cómicos que estábamos en ellas veníamos de hacer teatro ligero, que luego lo hicieron película. Fue el paso lógico de ese tipo de teatro al cine. Ese estilo de teatro no era tan criticado como el cine, porque iba dirigido a un público más reducido. Además el lenguaje no es igual en teatro, donde se usaban bikinis. En el cine el lenguaje se abrió más, y la ropa también. Lo que se veía en esas películas eran argumentos teatrales. ‘El Güero’ Castro fue uno de los escritores que más textos nos aportó, pero la verdad es que todos dábamos algo. Por ejemplo, ‘La pulquería’ (México, 1981; Víctor Manuel Castro) tuvo un éxito impresionante en teatro, de tres años en cartelera. Había una compañía de gira y otra estable en la Ciudad de México. Yo entré en 1975 y ya era un éxito. El productor Guillermo Calderón llevó al cine lo mejor del teatro, los comediantes y las vedetes que estaban en los cabarets. Había bailarinas, bailarines, estrellas. Era un mundo nocturno con más vida y más trabajo para los actores”.
Nos veían de arriba para abajo
A pesar de haber participado en este género, Rafael Inclán supo balancear su participación en esas películas con apariciones en otros proyectos, fuera de teatro de cámara, telenovelas o series de televisión, lo cual le permitió no ser una víctima directa de la censura existente en ese momento.
–¿Cómo eran vistos los actores del “cine de ficheras” por los actores en general, y por los que hacían un cine más de búsqueda?
–Pues nos veían de arriba para abajo, pero lo que sí tenían que reconocer es que estas películas se pagaban en una semana. Claro que eran presupuestos mucho más baratos que ahora. Era el cine nuestro, el cine de barrio. Para los que hacían cine de otro estilo ponía dinero el gobierno o el Banco Cinematográfico; nos veían así porque hacían cine de mucha calidad, pero el que hacíamos nosotros era el que el público iba a ver. Nuestro cine era más barato de producir, es cierto, y se producía más. Era tan barato que desapareció, nos lo comimos y acabamos todos, incluyendo al mismo público.
–De este estilo de películas, ¿cuál es su favorita?
–
Pasó que al mismo tiempo yo estaba en teatro, por eso no me di cuenta en qué momento me coloqué o cuándo empecé a encabezar las películas. En ese tiempo encabezabas elencos cuando con tu presencia pagabas la cinta. Yo sé de tiempos; si durabas ocho o diez semanas el que encabezaba era la figura y entonces te seguían llamando. Debido a eso tenías un poco la posibilidad de aportar ideas en la historia o en el reparto. De los doce o catorce años que duró esa época en el cine yo estuve seis encabezando elencos. Fui de los primeros que empezó a tomar otro estilo, siendo un poco tragicómico. Salté a otro nivel.
–¿Cómo ve el cine mexicano de hoy?
–Es más difícil que lo hagan porque sale más caro. Con lo malinchistas que somos los mexicanos en todos los aspectos se le han puesto muchas trabas, más que al americano. Resulta muy caro levantar un proyecto y, cuando se logra, los productores buscan gente que retrate en las taquillas. Antes era mucho más barato, y además ahora estamos más ‘culturizados’, aparentemente. Cuando vi ‘Y tu mamá también’ (México, 2001; Alfonso Cuarón) conté diecinueve o veinte veces la palabra ‘verga’. En cambio nosotros no nos atrevíamos, ¡No!.
–Se manejaba un estilo más picoso…
–Pero más ingenioso. Para mandar a alguien a la fregada tenías que decir: ‘hijo de tu rechinar de muelas’, o algo por el estilo. Ahora es más seco, más abierto. Los actores mexicanos son excelentes en todas las épocas. Yo soy nacionalista total; casi no veo cine americano y le voy a los mexicanos.
–¿Y extraña a las Bellas de noche?
–Extraño las entradas del público en los cines. Me acuerdo que había películas de este género en las que el público hacía filas enormes para entrar e incluso rompía los cristales de las vitrinas de los cines para llevarse los afiches (fotogramas), pues querían tenerte como recuerdo. Era otro país. Era un cine muy doméstico, y también por eso se fue abaratando. Sí extraño la afluencia del público para ver cine mexicano, aunque no esté yo.