Claustro Sor Juana

Tenochtitlan , el mito más transformador de nuestra historia, viste el Altar de Muertos del Claustro Sor Juana

Antonio López recurre al color del cempasúchil, a los alimentos que van a degustar los muertos en su visita, a las velas encendidas como una forma de guiarlos hasta este mundo. También se vale del multimedia para recrear nuestra atmósfera lacustre primigenia a través de un juego de luces.

Ciudad de México, 31 de octubre (MaremotoM).- El escultor Antonio López es el encargado de dirigir y de vestir al Altar de Muertos, que en el Claustro de Sor Juana se dedica a Tenochtitlan y al antropólogo Miguel León Portilla. A partir de hoy está abierto, desde las 10 de la mañana.

Precisamente, el artista quiso “dar un poco de luz a pesar de la tragedia” de la caída de Tenochtitlan, con una majestuosa obra que reinterpreta el mito fundacional de la ciudad azteca, en el que un águila se comió una serpiente encima de un cactus de nopal, según consigna la agencia EFE. Antonio López, quien asegura que es un homenaje a los 500 años del episodio más transformador de nuestra historia.

Con la asistencia de la secretaria de Cultura de la Ciudad de México, Vannesa Bohórquez López y de la hija del reconocido historiador Miguel León Portilla, María Luisa León Portilla, quien leyó el poema “Las campanas resuenan” que encontró en los Cantares Mexicanos, la rectora Carmen Beatriz López-Portillo, agradeció en el Auditorio Divino Narciso.

Cientos de hojas de maíz cubren una malla metálica que viste a una poderosa águila-serpiente de aproximadamente 15 metros de altura. Majestuosa, se ubica al centro del Auditorio Divino Narciso, su cola es una mazorca, como una especie de cascabel, que apunta hacia el cielo.

Antonio López explicó que su propuesta es una reflexión sobre la fortaleza de nuestra nación para transformarse, porque refleja al México Prehispánico, al México Virreinal y al México Independiente de manera dialéctica. Por otro lado, celebra la fundación de una gran civilización por un pueblo nómada.

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Tenochtitlan puede verse desde varios planos: al centro el águila-serpiente, arriba una mazorca que señala el origen del pueblo prehispánico. El águila es el animal que surca los cielos y llega tan alto como el sol; mientras la serpiente representa los atributos de la tierra.

Altar de muertos
El altar está abierto hasta el 17 de noviembre. Foto: Cortesía

El maguey y el maíz representan nuestra base alimentaria, el nopal con sus tunas de color rojo representa el corazón de Copil, así como los corazones de cada uno de los caídos.

El maguey (que produce el pulque, elixir de algunos pueblos prehispánicos) crece en cada una de las 12 calaveras de mediano formato dispuestas en el escenario (“que representan a todos los muertos, los que fueron y los que son”), con retoños de plantas de maíz que prometen crecer para seguir alimentando al pueblo de hoy.

Antonio López recurre al color del cempasúchil, a los alimentos que van a degustar los muertos en su visita, a las velas encendidas como una forma de guiarlos hasta este mundo. También se vale del multimedia para recrear nuestra atmósfera lacustre primigenia a través de un juego de luces.

“Aquí vemos la caída de Tenochtitlan transcendiendo el sentido trágico, es decir como una fusión entre varios pueblos, de donde surge la raíz de lo que ahora somos. Por eso lo represento como una integración y no como una lucha. No es un águila devorando a una serpiente, sino la unión entre varias culturas”, explica el artista.

El Altar de Muertos Tenochtitlan podrá ser visitado hasta el 17 de noviembre.

 

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