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Claro que no canta con quien queramos. Esto no es un desfile de artistas y aquel nos gusta más o menos, todo el disco es una producción que a Andrés Calamaro y a Germán Wiedemer planificaron hasta el último detalle. No falta nadie, no sobra nadie.

Ciudad de México, 28 de mayo (MaremotoM).- Soy de la edad de ir a buscar un disco a la tienda, como esperar esos sonidos de los que alguien me fue adelantando un poco y voy, con mi dignidad, con mi carácter, con mi decisión, a buscar un disco a la tienda.

Hace muchos años, recuerdo haber ido a comprar un disco de Luis Miguel, el famoso Romances, con Armando Manzanero, era en el Once, estábamos todos en una larga cola y el vendedor nos daba el disco sin preguntarnos qué queríamos: lo tenía a todos en una pila sobre el mostrador.

Los Redondos de Ricota, no creo que con Luis Alberto Spinetta porque él vendía por catálogo, a lo largo de nuestra vida. Sí, por supuesto, La Máquina de Hacer Pájaros, Diego el Cigala con “Lágrimas Negras”, los muchos artistas que fueron ocupando las estanterías, elegido por sus discos, por su trabajo, al cabo que en mi discoteca estaba el primero de Héroes del Silencio y por supuesto, el de Maná.

El gran y nuevo disco de Andrés Calamaro. Foto: Cortesía

Dicen que ahora hay muchos músicos. Es probable. Pero ¿cuántos de esos ocuparán un rincón entre esos que siempre queremos escuchar? No lo sé. Ahora escuchan canciones, dicen. Lo sé por Gaudiano, el artista italiano, que ha realizado “Polvere da sparo”, un tema que he escuchado toda la semana. Una gran canción. Voy a su perfil, pues parece que no tiene un disco, va sacando canciones cada tanto (hasta donde sé tiene cuatro en Spotify) y a lo mejor los más viejos también somos insaciables. No nos bastan 3 minutos 21 segundos. Queremos más, queremos saber hasta dónde va su creatividad, hasta dónde corre el riesgo, hasta dónde ese don con el que ha nacido se deja influenciar por mucho trabajo y mucha dedicación. Si los viejos somos insaciables, ¿los jóvenes están cansados?

Algo de eso lo intuye Andrés Calamaro (Buenos Aires, 1961) que desde hace mucho tiempo, sí, yo creo que más o menos desde que nació en una familia de artistas e intelectuales, viene siendo “el cantante”, la voz de muchos. Acaba de sacar Dios los cría (Universal Music), ayer mismo y ayer mismo puse a todo lo que da el disco desde la televisión por Spotify. Al principio quise escucharlo por YouTube, pero cada vez que lo ponía me daba los primeros tres temas y luego me daba los dúos que ha venido haciendo el músico argentino: Con Juan Gabriel, con Alejandro Lerner, con C.Tangana, todos maravillosos, porque “Andrelo” siempre hace lucir su participación. Por otro lado, esto es algo que le escuché decir a Hebe Rosell, su talentosa hermana, también cantante, es que Calamaro es humilde. Difícil de creer en alguien tan narcisista, tan ídolo popular desde hace más de 40 años, tan afecto a estar siempre en los medios con declaraciones tremendas sobre el feminismo, sobre los toros, ¡sobre Vox! Pero así es, cuando hace dúos se adapta a lo que quiere la persona que lo invita y siempre se muestra agradecido por la confianza que en él le depositan.

“Me considero intérprete de mis canciones, pero un músico tiene que ser apto para interpretar la obra de los otros. Me parece formidable si otros intérpretes graban versiones regionales o contemporáneas de mis canciones, es un honor para cualquier autor que alguien más encuentre interesante tu canción para grabar. Sé que “Mil Horas” es más popular que yo. Que se baila en casamientos y cumpleaños. Y me siento muy honrado”, respondió en una de las tantas entrevistas que le hicimos, a propósito de la versión de la Sonora Dinamita de esa canción de Los Abuelos de la Nada y que Andrés acaba de grabar en dúo.

“Me tratan como a una leyenda en la calle y en Internet descargan su ira célibe criticándome según el principal mandamiento de la vida virtual. El respetable público sigue encontrando y eligiendo a sus héroes, aunque no siempre sean aceptados por el sector crítico, ni leamos sus nombres impresos en las páginas de la historia no escrita.

Parece complicado prometer talentos a la par de Spinetta, Charly, Pappo, Moris, Miguel Abuelo o Litto Nebbia … Sin embargo, hay artistas que se hicieron un lugar histórico, alguna vez reservado para uso exclusivo de la “primera generación”. Dieron forma a un rock refundado en los años ochenta: Los Redonditos, Indio Solari, Ricardo Iorio, Soda Stereo, Cerati, Virus, Federico Moura, Daniel Melingo, Páez, Daniel Melero y otros más con quienes compartimos aquel modernista y colorido Buenos Aires. Para encontrar dimensión histórica a estas cosas es necesario el concurso del tiempo; solo el tiempo (o la tragedia) será la llave para formar parte de una elite privilegiada de héroes del rock …

Es inevitable suponer que la música va a encontrar a sus conductores; debe de estar sucediendo ahora mismo mientras nosotros conversamos”: Calamaro dixit.

CALAMARO CANTANTE

Entre todas las cosas que Andrés Calamaro no quiso ser, se destaca aquella por la que siempre se distinguió y a la que se entregó con vocación de acero. Él es un cantante, o mejor aún: un cantor, un cantor popular. Entona maravillosamente y sus fraseos e inflexiones tienen sensualidad, un valor escaso en el rock en español.

Curiosamente, él, que ha sido de todos los célebres rockeros argentinos, el que menos relación ha tenido con sus pares brasileños, ha sabido como sus colegas del país vecino, realizar una obra inmensa en torno a las canciones.

Con convicción tolstoiana, la pintura de su aldea le ha permitido hablar del universo y es a ese artista cantor, hacedor de canciones inolvidables y eternas, al que hace brillar en Dios los cría.

Un Calamaro que canta: “Gracias le doy a la vida / Gracias le doy al señor / Porque entre tanto rigor y habiendo perdido tanto / no perdí mi amor al canto / ni mi voz como cantor”, en “Estadio Azteca”, la canción que escribió su amigo Marcelo Scornik y que ahora canta con nuestra cantora Lila Downs.

Tema por tema. Foto: Cortesía

UN CALAMARO QUE CANTA CON QUIEN QUIERE

Claro que no canta con quien queramos. Esto no es un desfile de artistas y aquel nos gusta más o menos, todo el disco es una producción que a Andrés Calamaro y a Germán Wiedemer planificaron hasta el último detalle. No falta nadie, no sobra nadie.

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Una elección de canciones a lo Calamaro y la selección de artistas según su intuición y su buen gusto. Aquí va, tema por tema.

“Bohemio”, con Julio Iglesias: Dijo Andrés que cuando escuchó cantar a Julio Iglesias una de sus canciones casi se desmaya. Para él, es un bien de escucha adulta. No escuchaba cuando niño, pues Julio no entraba a su casa. La letra lo es todo en Calamaro y este bohemio los une hasta la eternidad. Un piano que como en la versión original canta al mismo tiempo que la letra y una percusión que nos lleva “bolerísticamente” a esta canción que es todo un símbolo en el rock.

“Tuyo siempre”, con Vicentico. Esta es una canción maravillosa de Andrelo que marcó el regreso a la música, junto a la Bersuit Vergarabat, en 2005, luego de seis años de no tocar en Buenos Aires. Calamaro vuelve a hacer suyo este tema, con la grave y encendida voz de Vicentico. Lo hace cantar en una octava superior, como si fuera un fantasma gritón, en un tema ya clásico de su obra.

“Estadio Azteca”, con Lila Downs. Tiene razón Andrés: Lila Downs canta como Chavela Vargas, como Mercedes Sosa y es en este registro que participa en esta canción muy significativa para México, para la historia argentina y para el recientemente fallecido Diego Maradona. Con voz gravísima, casi como Chavela, Lila conversa con Calamaro los avatares de una canción que termina con una oración, un rezo.

“Para no olvidar”, con Manolo García y Vicente Amigo. Todos somos fanáticos de Manolo García si somos fanáticos de Calamaro. Y creo que a lo mejor es el regalo que quiso dar a sus fans la interpretación de este tema. Por otro lado, la voz de El último de la fila se ajusta con tanta precisión a la guitarra de Vicente Amigo que uno podría estar escuchando este tema una y otra vez.

“Mi bandera”, con León Gieco. León Gieco no es muy conocido en México, pero nadie mejor que él para cantar este tema que revela lo que piensa Calamaro en términos políticos. Venerar por otro lado a este gran artista popular que más que fans tiene como Roberto Carlos “un millón de amigos”.

“Flaca”, con Alejandro Sanz. Probablemente sea el dúo menor frente a los otros, pero la verdad es que Alejandro canta este tema con tanta convicción y uno ve que estos dos hombres maduros se encuentran en un bar, para jugar una generala y de paso recordar sus amores fallidos. La línea musical es casi igual a como se dio a conocer el tema en Alta Suciedad, en 1997.

“Tantas veces”, con Mon Laferte. Calamaro canta con los hombres como si fueran uno. Con las mujeres conversa, se seducen y es, como él mismo diría, “un gesto típico de un varón típico”. Aquí lo hace con la chilena Mon Laferte, quien canta, como lo ha hecho con Juanes, “deliciosamente”.

“Algún lugar encontraré”, con Carlos Vives. Este es un tema muy querido por los fans, donde dice Calamaro: “en algún lugar te espero”. Probablemente sea la única voz un poco discordante la del colombiano, toda vez que organiza un método introspectivo, tal vez menos resplandeciente, pero poco a poco va logrando una armonía propia de dos cantantes tan singulares como ellos. El “te espero” es una vía de comunicación entre ambos y termina siendo deliciosa esta versión.

“Jugar con fuego”, con Raphael. El tango se presenta con esta versión de la canción de Honestidad brutal y gana muchísimo. La producción de Germán Wiedemer es impecable y la voz del gran Raphael es envolvente. Calamaro, acaso sin quererlo, con dúos como el de Iglesias o Raphael, hace un puente en la música popular, haciéndonos ver que puestos a ver la diferencia poco ganamos si nos privamos de estos dúos y encuentros maravillosos.

“En un hotel de mil estrellas”, con Milton Nascimento. Como dijimos, Andrés se ha relacionado poco con sus colegas brasileños, por eso también esa sorpresa de estar con un artista “inclasificable, que no es este mundo”, como ha dicho del nacido en Minas Gerais, es compartido. Tanto así que quisiéramos un disco con Milton, todas las canciones con Nascimento.

“Engánchate conmigo”, con Juanes y Niño Josele. Calamaro ajustó todo su repertorio a la gente que eligió. O eligió la gente para que cante sus canciones favoritas. Lo que es cierto es que tanto Juanes como la guitarra de Niño Josele muestran un distintivo “Andrelo” para recuperar esta canción de Los Rodríguez. Imperdible.

“Pasemos a otro tema”, con Julieta Venegas. ¿Qué decir de la voz, la interpretación, la sensibilidad, la inteligencia de Julieta Venegas? Este tema inicia lo que son nuestros favoritos, los tres dúos que hacen de este disco algo formidable. Julieta ha cantado ya en muchos dúos, en discos con canciones de Calamaro, que es alguien que conoce bien y “Pasemos a otro tema”, una demostración que Andrés escribe canciones de amor y desamor como nadie, es la fruta en el postre.

“Gaviotas”, con Saúl Hernández. La perspicacia de Andrés Calamaro y el buen oficio de Germán Wiedemer revalorizan la calidad interpretativa del cantante de Caifanes. Es una de mis favoritas, con este medio tempo, donde pareciera que el disco se lentifica para disfrutar la letra y las voces de estos tremendos artistas populares.

“Horizontes”, con Fernando Cabrera. Mi favorita. La gran canción del disco, aunque todas son enormes, pero este horizonte muestra la calidad autoral de Andrelo, cantándola con uno de nuestros mayores autores, el uruguayo Fernando Cabrera. Saca de ese lado místico y de músico de culto y lo hace como es él, un artista popular.

“Paloma”, con Sebastián Yatra, Leiva e Iván Ferreiro. El disco termina con una de las canciones más conocidas y queridas de Andrés Calamaro, como si fuera un duelo entre las voces de estos varones, unidos por el amor a una mujer.

Un gran disco, un gran artista y como hoy sale en disco compacto, pronto iré a comprar a la tienda.

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