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Rodrigo García vuelve a Glenn Close, para relatar Cuatro días

A ese estado de “extinción”, también como diría Susan Sontag, estaba “Gabo” enojado y es entonces cuando este cineasta y en inglés, decide contar esos días en la que uno de los cuatro se irá para siempre, luego Mercedes, la eterna fumadora le regalará sus últimos días al cigarrillo y ya serán dos de los cuatro, en una familia, que además es la que más lo ha influido.

Ciudad de México, 14 de junio (MaremotoM).- Que la crónica íntima de esos días finales de Gabriel García Márquez haya visto ahora la confección de libro, revela hasta qué punto el padre de Rodrigo García era tan famoso y pertenecía, como él mismo lo había dicho, “a la gente”.

“Tengo ahora así la edad que tenía mi padre cuando le pregunté qué pensaba de noche, después de apagar la luz. Como él, no estoy muy preocupado aún, pero estoy cada vez más consciente del paso del tiempo. Por ahora, todavía estoy aquí, pensando en ellos”, escribe como página final este cronista de la verdad, que no cuenta, obviamente, “los últimos días de un genio”, sino ese triste traspaso hacia la inmortalidad que poco a poco, como decía Roberto Bolaño, también se irá.

A ese estado de “extinción”, también como diría Susan Sontag, estaba “Gabo” enojado y es entonces cuando este cineasta y en inglés, decide contar esos días en la que uno de los cuatro se irá para siempre, luego Mercedes, la eterna fumadora le regalará sus últimos días al cigarrillo y ya serán dos de los cuatro, en una familia, que además es la que más lo ha influido.

Gabo y Mercedes: una despedida, editado por Literatura Random House

“Mi padre se quejaba de que una de las cosas que más odiaba de la muerte era el hecho de que sería la única faceta de su vida sobre la que no podría escribir. Todo lo que había vivido, presenciado y pensado estaba en sus libros, convertido en ficción o cifrado. Si puedes vivir sin escribir, no escribas, solía decir. Yo estoy entre aquellos que no pueden vivir sin escribir, por eso confío en que me perdonaría. Otra de sus afirmaciones que me llevaré a la tumba es no hay nada mejor que algo bien escrito. Esa resuena de forma particular, porque sé muy bien que cualquier cosa que escriba sobre sus últimos días puede llegar a publicarse fácilmente, sin importar su calidad. En el fondo sé que voy a escribir y a mostrar estos recuerdos de una u otra forma. Si tengo que hacerlo, recurriré incluso a otra cosa que nos decía: Cuando esté muerto, hagan lo que quieran”, dice Rodrigo García, con un relato casi adolescente, con algo que va más allá de esas cosas que deberíamos saber, pero que sin embargo, cuando las cuenta, parece que hablara de nuestro padre o de nuestro abuelo.

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Muertos los dos padres, él cuenta esto. Hacer lo que quieran, sobre todo cuando uno es el hijo mayor de un padre ultrafamoso, a quien tuvieron que comprarle la cama en la que murió para que nadie hiciera negocio con ella. Está en un garaje, quién sabe para qué todavía.

En marzo de 2014, Gabriel García Márquez, probablemente el escritor más querido en lengua española del siglo XX, ya anciano y enfermo, cayó resfriado. “De esta no salimos”, le dijo Mercedes Barcha, su esposa desde hacía más de cincuenta años, a Rodrigo, el hijo de ambos. Estas páginas son la crónica más íntima y honesta de los últimos días de un genio, escrita con la asombrosa precisión y la distancia justa de un testigo de excepción: el propio Rodrigo. Así vemos el lado más humano de un personaje universal y de la mujer en la que se fijó cuando era una niña de nueve años, que le acompañó toda la vida y que apenas le sobrevivió unos años, entreverado de recuerdos de una vida irrepetible. La más hermosa despedida al hijo del telegrafista y su esposa, dice la editorial, al promover este libro pequeño pero gigante, que quedará en la historia como un testimonio amargo, agridulce, por ese niño que pierde a sus progenitores.

Foto: Cortesía

Dice Rodrigo que Mercedes no perdonaba a quienes cuando Gabriel García Márquez había perdido sus facultades mentales (mucho antes de su muerte) dejaron de llamar a la casa. “Es una lista corta, pero si estás en ella, buena suerte”, dice el director de películas como El secreto de Albert Nobbs, Nueve vidas y la reciente Cuatro días.

“Muchos ponen flores, reliquias, figuras religiosas o medallas en la base del lugar donde descansa la urna. Muchos dejan sus propios libros o notas de condolencia o de cariño, algunas dirigidas al maestro, pero la mayoría de manera más informal, a Gabo o Gabito. Es un claro recordatorio de que nuestro padre también le pertenecía en gran medida a otras personas”, también dice.

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