Ahora, tenemos la oportunidad para hacerle una entrevista en video, toda vez que el libro ya está en México y coincidiremos con lo que dijo el también escritor Fernando Aramburu: “Estos cinco cuentos de Marcelo Luján, de factura impecable, invitan a una experiencia de lectura no exenta de una gustosa perversión, al inquietarnos con unas historias que dentro de la literatura resultan placenteras, intensas, fascinantes, mientras que trasladadas a nuestra vida serían para echarse a correr”.
Ciudad de México, 21 de abril (MaremotoM).- Le hicimos una entrevista cuando ganó el importante Premio Ribera del Duero por La claridad, un libro que iba a editar Páginas de Espuma. Luego publicamos una reseña de este gran conjunto de cuentos donde Marcelo Luján nos hacía preguntar: ¿Hay un Diablo que aparece en nuestras vidas? ¿Hay un ángel malo con el que tenemos que negociar o somos fruto del azar que cuando salimos ya no tenemos control sobre nada?
Ahora, tenemos la oportunidad para hacerle una entrevista en video, toda vez que el libro ya está en México y coincidiremos con lo que dijo el también escritor Fernando Aramburu: “Estos cinco cuentos de Marcelo Luján, de factura impecable, invitan a una experiencia de lectura no exenta de una gustosa perversión, al inquietarnos con unas historias que dentro de la literatura resultan placenteras, intensas, fascinantes, mientras que trasladadas a nuestra vida serían para echarse a correr”.
–Escribir cuentos no los escribe cualquiera… ¿verdad?
–La verdad es que como escritor latinoamericano estoy educado en el cuento. Es una necesidad para los escritores escribir cuentos. Pero este libro, después de varias novelas, tenía ganas de escribir un libro que sin rasgar la autonomía de cada cuento, que no dependan de ningún otro elemento del libro, que cuando el lector lo termine de leer tenga la sensación de que leyó un libro. Y eso no es fácil, era un reto desde luego, lo escribí desde cero. Creo que logramos no sólo por las conexiones que tienen algunas historias, el escenario que se suele repetir, la temática, sino por la pátina que recorre todo el libro.
–Es una pátina que es patrimonio del lector, aunque me refiero al desconocimiento de los géneros, me gusta poder decir este es un libro de cuentos
–Tenemos que hacer una diferencia entre los géneros, los géneros literarios de los géneros narrativos. Para mí primero tiene que ser novela, pero no me preocupan los géneros y la literatura debe de estar por encima del género. Me gusta tratar el mal, la violencia, en escenarios cotidianos y eso se ve en todos mis libros. Con respecto al cuento y a la novela, no se pueden puentear. Uno tiene que escribir un cuento. Uno tiene que escribir una novela. Cuando uno escribe un cuento, las distancias que tiene es diferente. El cuento es un golpe, la novela trabaja por acumulación. Estos cuentos son largos, estamos hablando de que dobla la medida del género. Estaba asustado porque corría riesgos, por eso lo del narrador anticipatorio, me pareció un recurso válido ante el riesgo de la extensión.
–Lo que me resultó más notorio esos recuerdos, esas fijaciones que uno se va haciendo con determinadas cosas…el recuerdo del gato negro, por ejemplo…
–El cuento se tiene que ocupar de la minuciosidad, tiene que trabajar la interacción con el lector, que funciona en parámetros muy pequeños. El gato negro es un cuento de Edgar Allan Poe que es inolvidable. Tenemos el caso de Nena Daconte, de “El rastro de tu sangre en la nieve”, de Gabriel García Márquez, que es un personaje que él no retomó en ningún otro cuento. Manejas la profundidad en distancias cortas, el manejo de ese baile con el lector es otro. Para mí es más difícil que la novela.
–Estos cuentos son cerrados, en ese sentido me parecen difíciles de llevar a la televisión y al cine
–Si son difíciles, ¡que se jodan! La verdad es que no escribo para la televisión o para el cine. Me parece un error estar pensando hacerlo más indicativo para que la gente del audiovisual lo pueda ver. Ahora van a empezar a rodar Subsuelo, mi novela anterior y el guión ha sido adaptado muy bien. A los autores no nos debe preocupar eso. Si queremos ganar dinero con el audiovisual, planteemos historias para ellos. Casi todo se puede adaptar, a ver qué esencia se queda.
–Tu libro de cuentos me pareció un poco al cineasta danés Thomas Vinterberg, en el sentido de que muestras la realidad tal cual es y la misma realidad se va deformando hasta mostrar la sombra, lo tremendo
–Me gusta mucho partir siempre de lo cotidiano. Yo soy un escritor naturalista, en este libro me animé un poquito con lo fantástico. Dejo al lector que decida si es una posesión, un zombi o es un esquizofrénico. En el tema del cuento del camionero, me encargo que el lector sepa que es una noche de verano preciosa. En la vida no estamos preparados para el mal y por eso somos más vulnerables. Somos muy vulnerables, porque no esperamos el cono de oscuridad. Eso es lo que intento hacer acá.

–No hay aquí ninguna autoficción, si no te conociera, no pensara que eres argentino, que compartimos algunos gustos, me parece que no distingo al autor
–Bueno, eso es un gran piropo. El objetivo más alto de un escritor o escritora, desprenderse del sujeto de la enunciación y que la historia funcione sola. Escribir como varón a una mujer o una mujer que escriba sobre un hombre es difícil, te apoyas menos…
–¿Y qué te pasa con los alumnos que intentan escribir desde el yo, contando que le pasó tal o cual cosa?
–Yo cuando empecé a escribir a los 14 años, ¿qué era lo que contaba? El primer beso que di, las vacaciones con nuestros padres, la ficción tiene grandes aristas autobiográficas. La clave es disolver lo máximo posible la experiencia. Si te deja tu novio y lo escribe en una novela, va a ser una mierda. En cambio debemos inoculársela a esa experiencia a un personaje.