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No obstante de hace pocos años a la fecha los espacios alternativos buscan sobrevivir fuera de ella y sitios como el Café de los escritores, que además tiene su propia galería de arte abstracto, Godiva, puede convertirse en una referencia para la muestra artística pero también para la presentación de libros, o simplemente, para beber un buen café bajo la sombra de lo mejor de las letras.

Zacatecas, 15 de junio (MaremotoM).- Primero se paladea el sabor del café, bien extraído; la cafeína comienza a hacer su trabajo en la lengua y los sentidos. Pero luego viene la pizca de Whisky y un regusto de Baylis. Sonrisas de placer. Ya pasa del mediodía, amerita un trago y el café Bukowski se manifiesta frente a mí. Brindo por el viejo Hank con un bebida caliente que lleva su apellido. Estoy en el Café de los escritores en el centro de Zacatecas, un sitio maravilloso.

El número 206 de la calle Fernando Villalpando, en el Centro Histórico de Zacatecas, alberga una casa Art Decó cuyo historial de negocios estaba manchado por el fracaso. La capital zacatecana tiene un gran problema, la avenida principal, Hidalgo, es el gran referente para la vida social y comercial de la ciudad, que si no existiera sería una ciudad hermosa, sí, pero muerta. No obstante de hace pocos años a la fecha los espacios alternativos buscan sobrevivir fuera de ella y sitios como el Café de los escritores, que además tiene su propia galería de arte abstracto, Godiva, puede convertirse en una referencia para la muestra artística pero también para la presentación de libros, o simplemente, para beber un buen café bajo la sombra de lo mejor de las letras.

Sara es a quien debemos este lugar. Foto: Cortesía Alejandro Ortega Neri

Sara es a quien debemos este lugar, un espacio que incluso ella estuvo soñando y ha ido construyendo en varios locales de la ciudad hasta llegar al nuevo domicilio que parece el más idóneo para el concepto.

Mediante investigación y también, por qué no, algo de ficción, ha creado las 33 mezclas de cafés cuyo nombre de cada uno es el de algún escritor. La primera vez yo pedí un Bukowski, una mezcla de americano con Baylis y un toque de Whisky, la marca de la casa del viejo Chinaski. Para la segunda visita, me decidí por un Stephen King, a quien le gustan las cervezas de sabor y “otras sustancias”, según Sara, y que para sustituirlas se le agrega al café un licor de plátano que le da un sabor exquisito, sobre todo para los que amamos dicha fruta en todas sus presentaciones.

“El café y el alcohol son incentivos de los escritores” me dice Sara, pues incluso en su investigación, supo que algunos bebían hasta 50 o 60 tazas al día, como Goethe o Voltaire, quien incluso solicitó a uno de sus amigos científicos investigar las propiedades de la cafeína.

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Y hablando de Goethe, el café que lleva su nombre es el ideal para adentrarse en las mezclas que ofrece este bello sitio: su combinación a base de esspreso con Baylis es exquisita y el paladar se rinde inmediatamente. Pero también llama la atención el Baudelaire, que además del café americano, lo acompaña un shot de absenta; o bien, podemos imaginarnos el café de Roberto Bolaño, cuya bebida según Sara, era el charro negro, la combinación de tequila con coca-cola, pero que para la ocasión, en vez de refresco va el café.

Igualmente, en la carta aparecen los nombres de los rusos Tosltoi y Gogol, asiduos del Vodka y el destornillador. Foto: Cortesía Alejandro Ortega Neri

Igualmente, en la carta aparecen los nombres de los rusos Tosltoi y Gogol, asiduos del Vodka y el destornillador; el Rimbaud, que sabe a absenta y licor; Hemingway quien amaba los Mojitos cubanos y por ende, el café es una mezcla con yerbabuena; o bien el Malcom Lowry, que se mezcla ya sea con ginebra, ron o whisky. Aunque uno de los que más se antojan, por su mezcla, es el que lleva el nombre de la décima musa, Sor Juana, quien enclaustrada tomaba chocolate vaporoso, pero gustaba también del vino tinto, por lo que la mezcla es de este elixir de la uva con café y un toque de canela.

Allende a las mezclas, que Sara también experimentó al desarrollar su trabajo como editora y correctora, la intención también fue crear una armonía propia, sobre todo por el interés que tiene por los espacios y su poética, pues considera que es también necesario el contexto para que los escritores escriban, como era el Café de Nadie, ubicado la ciudad de México y cuya característica era que no lo atendía nadie, cada quien se servía y pagaba, y que fue además el hogar del movimiento estridentista.

Julio Cortázar en el frente. Foto: Cortesía Alejandro Ortega Neri

Pero también el espacio se ha prestado para albergar la librería que junto con el poeta Juan José Macías tienen, en la que, además de ofertar lo mejor de editoriales independientes como Sexto Piso o Almadía, tienen a la venta los libros que ellos editan bajo el sello Taberna Libraria, en los que se refleja el amor por el libro como objeto, pero que, además, se ha convertido en la puerta de entrada para poetas y escritores noveles y recién llegados, pero también un puerto de descanso más para los narradores experimentados.

El centro de Zacatecas tiene muchos lugares y espacios con las ambientaciones necesarias para sentirse en una película o en un sueño. A los ya existentes, súmenle el Café de los escritores, un espacio envuelto por la literatura, el aroma del café y las miles de vidas que se pueden vivir dentro de cada uno de sus libros, todo esto mientras se paladea y se saborea en la lengua el apellido de un loco o loca, que seguramente alguna vez nos voló la cabeza con sus historias o versos.

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