No se trata de sólo su personaje vulnerable, sino que él produce libros absolutamente imperfectos, pero gozosos. Libros que se realizan con la parte interna del cerebro, dándole vuelta al pensamiento, para sacar de ahí no una conclusión, no una nueva pregunta, sino la triste confusión humana de que muchas veces no entendemos lo que hacemos ni lo que vemos hacer.
Ciudad de México, 16 de junio (MaremotoM).- Hay algo primordial en los premios a la gente que admiramos. Es una satisfacción de que no estábamos errados. Eso hay que decirlo. Desde que leímos Limónov (el primer libro que leí de Emmanuel Carrere), todo lo que salía de él correspondía a cierto sentido que tengo de la literatura.
A ese equivocarme, a ese no saber al principio qué narrador usar, a ese escribir como novelas los tratados de autoficción en la que el propio Carrere (París, 1957) se metía como en el cadalso, a ese manejar el oficio como una carrera, como algo que es el trabajo (odio cuando los escritores me dicen: es que no manejo la escritura como una carrera, como una profesión, entonces, ¿para qué te estoy entrevistando?), porque la literatura es eso: un doctor en palabras, un enfermero de los parches, de los tres personajes vueltos uno, de esas palabras que dijiste un día y mira tú qué bien quedan en este texto.
Por otro lado, Emmanuel Carrere es absolutamente imperfecto. Tiene un montón de arrugas en su rostro flaco, se separa cuando no debería, ha tenido tendencias suicidas, se preocupa por los refugiados, por el terrorismo islámico, por el yoga y por Limónov.

No es un modelo moral, sino un buen escritor lo que intentamos buscar en él. Y por eso su incursión en el mundo literario, con un personaje tan vulnerable, pareciéndose de lleno a su lector, conmocionó la literatura. No se trata de sólo su personaje vulnerable, sino que él produce libros absolutamente imperfectos, pero gozosos. Libros que se realizan con la parte interna del cerebro, dándole vuelta al pensamiento, para sacar de ahí no una conclusión, no una nueva pregunta, sino la triste confusión humana de que muchas veces no entendemos lo que hacemos ni lo que vemos hacer.
Eso sucede con El adversario, sobre el asesino Jean-Claude Romand, que en 1993 mató a su mujer, sus hijos, sus padres e intentó, sin éxito, suicidarse. El lector se siente vacío al terminar de leer esa novela, como si permaneciera igual o más confuso frente a esas muertes inútiles y por inútiles más insoportables. En Una novela rusa, el autor se enamora de una moscovita (o no) y cuenta la historia de su abuelo o de la ciudad de Kotelnich. De vidas ajenas fue el libro que lo puso al arbitrio de su propia familia y que él considera el mejor de su producción, aunque muchos de sus lectores dirán que Limónov –ganador del Prix des Prix a la mejor novela francesa, el Premio Renaudot y el Premio de la Lengua Francesa– es formidable.
“Yo no salía de mi asombro. El caso me había parecido zanjado, inapelable: Limónov era un fascista horrible que dirigía a una milicia de skinheads. Ahora bien, resulta que una mujer unánimemente considerada una santa después de su muerte hablaba de él y de ellos como si fueran héroes del combate democrático en Rusia. La misma opinión tenía en internet Elena Bónner. ¡Elena Bónner! La viuda de Andréi Sájarov, gran sabio, gran disidente, gran conciencia moral, premio Nobel de la Paz. A ella también le parecían muy bien los nasbols, como aprendí entonces que llaman en Rusia a los miembros del Partido Nacional Bolchevique. Ella decía que quizá tuvieran que pensar en cambiar el nombre de su partido, malsonante para algunos oídos: por lo demás, eran gente estupenda”.
Frente a este dilema expresado por Carrere se centran las páginas de Limónov. Y otra vez, como en El adversario, el lector no puede determinar si este exmodelo, escritor y organizador de protestas pacifistas contra Vladimir Putin es bueno o es malo. Como si un David Copperfield por entregas fuera viviendo casi las cuatro vidas de Archie Ferguson en 4321, de Paul Auster, y ahí están el lector y el autor, “no saliendo de su propio asombro”.

“El reino me resultó un poco pesado en el medio, parece que Carrère ya perdió un poco el pulso”, dijo el escritor español Jordi Soler, pero lo cierto es que el tratado del francés sobre la religión católica y los apóstoles en El reino hacen mirar de otra manera a la iglesia.
“Espero no ser un psicópata. Hago cosas malas como todo el mundo, a veces no me comporto como me gustaría, pero en general intento ser mejor. Al final, uno intenta lo mismo como escritor y como ser humano”, nos dijo cuando vino a recibir el Premio en Lenguas Romances, otorgado por la FIL en Guadalajara.
Esta semana, Emmanuel Carrere ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2021. Un premio que no sólo reconoce su trayectoria, sino también su reciente libro, Yoga, que a pesar de la polémica generada por su ex esposa y lectora, eso de que estaban de acuerdo en que el escritor no violara la intimidad entre los dos, ha generado un notable éxito.
A veces cuando preguntan si me gusta la autoficción, yo siempre digo que me gusta Carrere. En esto también de la intimidad violada, leo un libro absolutamente descarnado como Yoga, donde el autor está más cerca del cadalso que nunca, que otra vez es el escritor imperfecto que saca a relucir nuestras imperfecciones.
“De entre los que escriben actualmente, hay una novelista que es muy buena y que ha tenido un gran éxito muy justificado: Virginie Despentes. Su libro Vernon subutex me parece muy bueno, es muy humano y hay un verdadero cuadro de la sociedad francesa. Tiene un éxito muy meritorio porque se lee de manera muy agradable y no es fácil lograr eso. Hay otro novelista, Pierre Michon, que es un poco escritor para escritores. Es cierto, no todo mundo lee eso. Tiene una idea muy alta de la literatura, pero que admiro mucho, aunque no sea necesariamente mi registro. Jean-Philippe Toussaint, Maylis de Kerangal, Annie Ernaux es una gran escritora…, ha dicho en otro tramo de la entrevista acerca de sus escritores preferidos.

“De esa generación, al que prefiero es a Ian McEwan. Son autores que generalmente leo, he leído todos sus libros, de hecho. De McEwan creo que he leído todos. De eso me di cuenta cuando hablé con Paul Auster, nunca he sido un seguidor en particular pero lo he leído mucho… Ah, por cierto, hablando de escritores franceses, hay un escritor que no solamente yo sino todos los franceses nos pusimos muy contentos cuando le dieron el Nobel: Patrick Modiano. No solamente porque sea francés, sino porque es un autor muy querido en Francia. Es extraño, porque es una especie de hermano mayor un tanto perdido que nos ha acompañado durante toda la vida. Hay una relación muy afectiva con Modiano, es muy, muy querido”, ha agregado.
–¿Qué piensa de los islamistas?
–¿Qué pienso de los islamistas? Lo mismo que todo el mundo: que es un problema que nos asusta mucho. Hay un debate que es un poco complicado, no dentro de la acción política, sino un debate intelectual. La posición de la izquierda, un tanto limitada, dice que el islamismo no es un problema religioso sino que es uno de desesperación social, que está ligado a una marginación y todo eso. No digo que sea falso, pero pienso que el islamismo es ante todo una guerra religiosa, no podemos negarnos a ver eso. Es por eso que la posición de la izquierda me parece un tanto ingenua. Estamos obligados a pensar que el islamismo está ligado a la religión, no podemos decir que el islamismo no tiene nada que ver con el Islam. Aunque no quiero decir que el Islam produzca forzosamente al islamismo.
–¿Y qué piensa del feminismo?
–A título personal, es algo en lo que debo mejorar mucho. Tengo la impresión de que tengo muchas actitudes de hombre, un poco de macho. Sin dudas, me comporto de manera correcta con las mujeres, pero hay una pulsión en mí que es completamente masculina y que necesita al feminismo para avanzar, para mejorar.
–Eso se puede ver bastante en El bigote.
–Sí, es posible. Es un punto de vista muy masculino. Por ejemplo, me gustaría en algún momento escribir un libro en el que el personaje principal sea femenino. Hay sin duda personajes femeninos importantes en mis libros, pero me gustaría escribir Limonova.
A PROPÓSITO DE YOGA
“Yo ejercito yoga desde hace muchísimos años y todas estas disciplinas que se originan en Oriente se proponen transformar la consciencia. A través de mi práctica, me dije que todos estos 30 años de experiencia me podrían haber permitido escribir esto con sencillez. Estos temas de desarrollo personal parten desde el principio de que uno es muy sabio y yo más bien pensaba que el camino del yoga para una persona es bastante neurótico”, afirmó.
“No son reflexiones sobre el terrorismo o sobre la depresión, todo esto tiene en común que no hay nada de estos relatos para tener motivo de estar en el mismo libro. La única unidad narra tres o cuatro años de mi vida que son muy caóticos. No soy narrador en Yoga, también soy protagonista”, dijo.

“El hecho de usar el término yoga lo hago de una manera muy amplia, no tiene que ver con hacer el yoga en el piso con posturas, pero en el fondo es demasiado amplio y demasiado vago decir que yo denomino yoga todo aquello que quiere desear que nos mejoremos, que tengamos una versión más abierta con el mundo. Si quieres podemos decir que el sentido original del sánscrito significa que yoga es el yugo por donde se hacen avanzar dos animales que realmente no tienen ningún deseo de avanzar. El yoga es un trabajo sobre el cuerpo y la consciencia, que mejora lo que nosotros somos. Esta interpretación es demasiado englobadora del término yoga, pero no es errónea, está incluida en la palabra yoga misma”, afirmó Emmanuel Carrere.