“Nunca me he considerado un escritor, me considero como escribajista. Siempre creo en las palabras y en su poder. Por mi vena musical y escénica y por esta idea de que la vida es corta y más corta la vida productiva, me sentí con el atrevimiento suficiente para organizar estas instantáneas. Se trata de cosas que me importan y que me constituyen”, expresa.
Ciudad de México, 19 de julio (MaremotoM).- Relamparia es la voz del escribajista Alonso Arreola. Se niega a ser llamado escritor y por eso, desde las letras pero también desde la música, lanza sus pensamientos, sus ansiedades y sus estímulos, con precisión notable.
Relamparia es también el primer libro de Paola Tinoco, para su empresa Attica, que comparte con Gil Gallardo y Zaira Eliette Espinosa.
“Un libro que contiene un verso de la potencia evocadora y plasticidad de ése, solo puede ser lo que su nombre indica: relámpago que viaja directamente a la palabra al núcleo no sólo de la emoción sino también de la inteligencia. Alonso Arreola ha escrito en Relamparia una actualísima poesía que anticipa imágenes futuras, sorprendente miscelánea de lenguajes y transversales formas. Un libro que nos lee su vigoroso cántico y tras esa experiencia somos otros. Relamparia: vida y muerte, música y verso en un mismo relámpago”, es el escrito de Agustín Fernández Mallo, un verdadero poeta, pero al mismo tiempo alguien que investiga en la música.
ENTREVISTA EN VIDEO DE ALONSO ARREOLA
“Es una colección o un muestrario de esto que yo llamo relámpagos, que se vinieron dando desde tiempo atrás y que con la pandemia me decidí a organizar. Estoy completamente de acuerdo que sí puede exhibir no sólo las fuerzas de las palabras, sino también una cuestión física. No sólo que tiene que ver con mi cuerpo, con la idea del amor y de la enfermedad, sino con el mundo tangible”, dice Alonso Arreola.
“Un objeto más allá de lo tangible, pudiera tener ciertas características específicas y que bueno que hay gente como Paola Tinoco con su Attica Libros que se avienta una complicidad ante un acto extravagante de este tipo”, agrega.
Poesía o no poesía. Narrativa y no narrativa. ¿Poner eso a la mano de los lectores?
“Nunca me he considerado un escritor, me considero como escribajista. Siempre creo en las palabras y en su poder. Por mi vena musical y escénica y por esta idea de que la vida es corta y más corta la vida productiva, me sentí con el atrevimiento suficiente para organizar estas instantáneas. Se trata de cosas que me importan y que me constituyen”, expresa.
“Me siento con el derecho y la tranquilidad de compartir Relamparia, que se ha dado en cuatro formatos diferentes. La edición numerada, en pasta dura, que revela que yo soy bien ritual. Era esencial para mí que tuviera ese primer paso: una tapa dura, numerada y firmada. Luego viene la edición rústica, pero además están el libro sonoro y el libro electrónico. Es un libro de nicho que no ceja en su intento expansivo”, afirma.
–¿La literatura patriarcal de Juan José Arreola se ha convertido en esto tan matriarcal de tu literatura?
–Vamos a ser sinceros, he sido testigo que cuando hay una figura masculina poderosa, la verdad es eso lo que más motiva a una relojería femenina. Va a tener que ser más fuerte en esta supervivencia del sistema entero. Cuando alguien ejerce un poder superior, está viendo como adelante y hacia los lados, pero no tanto hacia adentro. La mirada femenina es en ese sentido mucho más poderosa. No sé si yo iría tan lejos como para pensar hacer una especie de viraje o de contrapunto hacia la obra de mi abuelo o la de otros autores.
–Te lo preguntaba también por la literatura misógina de Michel Houellebecq. Tú recorriste todo el camino y en qué momento te dejaste abrazar por el agua y fuiste tú…
–Sí, es cierto. Prefiero esa flotación y esa entrega, que es más bien una aspiración, aunque tengo resabios de esas cosas que están en mi ser. No lucho contra ellas, pero prefiero ir tras mis aspiraciones que quedarme puliendo mis certezas. La idea del movimiento y que de pronto flota y te puede abrazar y cuestionar y desestabilizar me parece más atractiva.
–¿Los rituales no hacen los proyectos más comunitarios?
–Sí, totalmente. Efectivamente, es una colección de situaciones y de gente muy específica, sobre todo de mi familia y de algunas amistades. En su arquitectura hay como un mecanismo que podría ser similar a mi primer disco. Una especie de caos organizado que terminan dando una respuesta unificadora.
–Despiertas a la gente que está a tu lado y que no discute tus rituales, algo conmovedor
–Es fruto de mi actividad. En mi casa o en mi taller es indispensable que se cumpla ese encuentro, para que entonces puedan darse los frutos de ese encuentro. Me parece muy terrible que justo con la pandemia hayan perdido valor los rituales colectivos.
–Pero Relamparia marcó tu presencia
–Si no hubiera sido por este momento de freno y reflexión, me sigo tirando para adelante, en lugar de afrontar de manera un poco más seria estos intereses.
–Música y verso se unen dicen Agustín Fernández Mallo…
–Me pareció un acto de generosidad desmedida, inmerecido por todos lados, pero fíjate que Agustín y yo cuando nos conocimos nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común. Geografías, pensamientos y perspectivas, compartimos ciertas miradas. Me parece raro de hablar de manera natural sobre él. Es un cerebro privilegiado, fuera de serie, de una inteligencia escandalosa.
–La culpa pierde ante la muerte, dices por ahí
–La muerte me jode mucho. Todo el tiempo. He aprendido que es mi principal motor. He nacido el Día de Muertos. Me celebraban con pan de muerto en lugar de pasteles. No pienso quedarme con las ganas de muchas cosas. Moriré en rebeldía y cuestionando cosas para mí. No rebeldía como activismo, sino como expresión de mi propio universo.