Artemisa, la protagonista, regresa a distintos momentos de su vida y cuestiona las ‘verdades’ aprendidas. Viajando entre tiempos, la novela atrapa historias en el flujo discontinuo de la memoria, la fotografía, el básquetbol, el boxeo, las sombras de una juventud perdida, su felicidad y el dolor. ENTREVISTA EN VIDEO
Ciudad de México, 6 de julio (MaremotoM).- La fotografía posee y muestra un destino colectivo, una memoria del pueblo, de la gente. Eso es lo que parece decir la escritora Ingrid Solana en su libro Memorias tullidas del paraíso (Dharma Books).
Artemisa, la protagonista, regresa a distintos momentos de su vida y cuestiona las ‘verdades’ aprendidas. Viajando entre tiempos, la novela atrapa historias en el flujo discontinuo de la memoria, la fotografía, el básquetbol, el boxeo, las sombras de una juventud perdida, su felicidad y el dolor.
Recordar dice que es pensar en escombros, afirma en su libro, “porque el escombro es como si se hubiera caído algo en un terremoto y hubiera que hacer una labor titánica para sacar esos escombros. Generalmente yo hablo de discontinuidad, de pedazos y regreso a lo del escombro, cuando pensamos en los traumas. El trauma está sepultado entre muchas piedras y hay que sacar con mucho esfuerzo lo que está enterrado”, dice Ingrid Solana, una escritora que tiene bastante trayectoria y que ahora construye esta novela de la que Daniela Tarazona ha dicho que “es una novela poliédrica en la que ensambla, ensaya y recrea un espacio interior expansivo y habitado por un lenguaje fuera de serie”.
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“En este texto juegan el recuento de un pasado, su toma de consciencia y lo deliberada y meticulosa exploración del modo en que se construye la narrativa personal”, escribió en la contraportada el crítico Pablo Duarte.
“La idea de trabajar por conocernos va ligada de manera constitutiva a la actividad de un artista, de un intelectual”, dice Ingrid.
“La novela de la que estamos hablando es un texto que tiene de personaje central a una mujer que se llama Artemisa, que está constantemente reconstruyendo estas memorias curiosas, porque ella no es tan mayor y se confronta con su pasado, que transcurre en los ’90”, explica Solana.
“Ella hace un trabajo de fotografía sobre el Movimiento Zapatista. No se siente escritora y no sabe por qué escribe. Evidentemente lo hace para exorcizar su pasado. La cuestión con la escritura es que estamos trabajando con el lenguaje articulado, la música funciona desde otro lugar sensible y en el libro aparece eso: ¿En qué cambia la representación de la fotografía, de la escritura, de la pintura?”, agrega.
La memoria es comunitaria, dice el libro. Se revela como una verdad estimable en dicho grupo. “Está la idea de cómo se vincula la memoria individual, con la memoria colectiva de los pueblos. Hay una parte de la memoria colectiva que se vincula con las artes, con la cultura y entonces hablo de ‘intrahistoria’, siguiendo un vocablo del que habla Miguel de Unamuno, que dice que la verdadera historia se sigue por la memoria del pueblo. Esas historias mudas, calladas, que atraviesan la historia oficial, son los que hacen la historia”, expresa la autora, nacida en Oaxaca, en 1980. Ya había publicado el libro de ensayos Notas inauditas, por Difusión Cultural UNAM en 2019.
“Hay un tejido de todo lo que somos con todo lo que sucede. Todos somos la historia”, afirma.